Fue un gran honor visitar la boutique de abanicos de Duvelleroy y compartir un momento especial con Eloïse Gilles, copropietaria de la marca. Nos reveló los secretos de esta gran casa y los retos a los que se ha enfrentado para perseguir su sueño: dirigir una marca que encarna la historia, el encanto, la personalidad, el lujo y la elegancia.
Fundada en 1827, Duvelleroy ha elevado el abanico a la categoría de obra de arte. Con el tiempo, sin embargo, esta tradición se ha desvanecido. Ahí es donde entra en juego Eloïse Gilles, que, junto con Raphaële Le Baud, se ha propuesto revitalizar la empresa y devolverle su brillo.
La idea de relanzar Duvelleroy nació de un encuentro casual entre Eloïse Gilles y Raphaële Le Baud junto a una piscina una tarde de verano. Al ver un abanico en manos de Raphaële, Eloïse se preguntó cómo un objeto tan práctico y cargado de historia había desaparecido de la vida cotidiana. Convencidas de su potencial como accesorio moderno, empezaron a explorar el mundo de los abanicos y descubrieron el extraordinario patrimonio francés asociado a este objeto.
Al investigar las casas históricas del siglo XIX, identificaron Duvelleroy como la más prestigiosa. Su búsqueda les condujo hasta Michel Maignan, heredero de la casa, que había conservado un tesoro de valor incalculable: archivos, moldes, catálogos y herramientas latentes en su desván. Entusiasmado por transmitir este patrimonio, les abrió las puertas de su casa, lo que marcó el inicio de su aventura.
Sin embargo, relanzar la producción fue todo un reto. Les llevó un año y medio reconstruir una red de artesanos capaces de perpetuar este saber hacer adaptándose a las exigencias de la moda contemporánea. Al mismo tiempo, lanzaron una línea de prêt-à-porter, facilitando así su regreso a la vida cotidiana de los amantes de las cosas bellas.
Hoy, gracias a su determinación, Duvelleroy ha vuelto al lugar que le corresponde. «Queremos que el abanico sea algo más que una reliquia del pasado, queremos que sea una auténtica declaración de moda», afirma Eloïse.
Artesanía y proceso de fabricación
En Duvelleroy, los abanicos se fabrican totalmente a mano, sin máquinas. Existen dos tipos de producción: una, 100% francesa, para los abanicos objeto, donde cada pieza es única y se realiza totalmente a mano, y otra, made in Spain para los abanicos prêt-à-porter, donde sólo se realiza en serie la impresión de los motivos. El proceso de fabricación comprende varias etapas: la creación del armazón en diversos materiales (madera, galalita, carbono, nácar…), el plisado del tejido en moldes específicos y el montaje final, que garantizan una confección de gran finura y elegancia.
Los clientes y su relación con la marca
Duvelleroy atrae a dos tipos de clientes. Para los aficionados a los objetos, la clientela está formada por amantes del arte y el diseño, a menudo a través de arquitectos de interiores y personas influyentes. Estas piezas se venden entre 950 y 5.000 euros. Para los aficionados al prêt-à-porter, la marca se dirige a un público más amplio de entusiastas de la moda que buscan un accesorio elegante o un regalo original, con precios que oscilan entre 60 y 450 euros. En las boutiques, los clientes internacionales, sobre todo estadounidenses, buscan recuerdos únicos y refinados.
La influencia de las tendencias de la moda
Aunque Duvelleroy se inspira en sus archivos y su patrimonio, la marca permanece atenta a las tendencias de la moda. Los colores y los formatos evolucionan al ritmo de las pasarelas y los estilos contemporáneos. Elementos como el cordón extraíble o el colgante abanico también reflejan la influencia de los accesorios de moda.
Proyectos de futuro y visión
A corto plazo, Duvelleroy acaba de reabrir su boutique de París (17, rue Amélie, en el distrito 7), totalmente renovada y dotada de un espacio lounge para una experiencia envolvente. A más largo plazo, la marca quiere aumentar su notoriedad, organizar una exposición retrospectiva con motivo de su bicentenario y explorar nuevas formas de distribución, sobre todo a través de las ventas itinerantes de verano. Su ambición: seguir encarnando la ligereza y la elegancia, consolidando al mismo tiempo su patrimonio.
Cuando dejamos la empresa, estábamos seguros de una cosa: Duvelleroy no es sólo una marca de abanicos, es un testimonio vivo de arte y elegancia. Gracias a Eloïse Gilles y Raphaële Le Baud, su legado seguirá cautivando a las generaciones futuras.